Todo aquello que permite el “como si” | Opinión | La Voz del Interior

2022-07-01 18:17:51 By : Ms. Sunny Lee

Por la ventana llega un ruido repetido desde hace horas. Una niña se ríe cada vez que hace sonar el timbre de su bicicleta. Me deja pensando en los juguetes y en qué magia se esconde en ese ritual de armar juego con lo que sea.

Me duermo pensando en eso y me despierto con imágenes traídas del sueño. A lo largo del día, se van sumando otras.

Las escribo sin pensar; todo lo que venga a la mente: trompo, balero, soga, elástico, payana, ajedrez, damas, juego de la oca, Estanciero, Cerebro Mágico, TEG, Ludomatic, Carrera de Mente, sapo, autitos, camioncitos, trencitos, muñecos, chocitas en los descampados, casitas en un árbol, rayuela dibujada con tiza sobre el asfalto, pelotas, paletas, dados, cubo mágico, cartas, taba, bingo, juegos electrónicos, flippers, Tetris, Galaxy, rastis, baldes, palitas, rastrillos, pistolas a cebitas, juegos de química, soldaditos, vaqueros, indios, granjas, animales de la selva, aviones de telgopor, helicópteros a pila, zancos hechos con palos de escoba y latas, yoyó, metegol, robots, cubos de madera, figuritas, títeres, palitos chinos, sube y baja, calesita, hamaca, tobogán, carrito a rulemanes, patineta, patines, monopatín, libro para pintar, tatetí, avioncitos de madera balsa, rompecabezas, crucigramas, dominó, bolitas, bochas, bicicleta, barrilete.

Y ese recuerdo: hacer barriletes en la infancia. Buscar las cañas, cortarlas, partirlas al medio, limpiarlas, atarlas con un cordón, estirar el papel para poder encajarlo bien, tensar los hilos, buscar un triángulo perfecto para hacer los nudos, esperar un poco de viento en un espacio abierto.

Llevo días pensando en los juguetes, en qué son. Me sugieren leer Benjamin, leer Agamben. Pero no, hoy todo está en otra tónica. No el análisis sino la experiencia.

Decido enviar un mensaje a algunas personas queridas. Les pregunto tres cosas. Qué es un juguete, cuál era su juguete preferido en la infancia y cuáles son juguetes ahora. Llegan respuestas que entran en el juego y llenan mi casa de imágenes e historias.

Dejo que las respuestas de María, Nane, Laura, Caro, Susi, Ana y Charito se mezclen. Un juguete es algo mágico que se mete en el corazón. Piezas sueltas que permiten anudar lo más singular de cada uno. Algo que establece con su dueño un vínculo privadísimo y mágico. Algo que nos atrapa de tal modo que nos mete en otro mundo. Algo que nos permite decir “acá está esto que imagino y lo que quiero hacer con eso que imagino”. Una compañía y al mismo tiempo una posibilidad. Algo que te hace viajar y sorprende los sentidos. ¿Qué viajes serán esos? Quizá se trate de viajar hacia adentro.

Florencia se asoma a una pregunta: “¿Un juguete es un objeto que se resiste a ser un objeto?”. Un juguete –dice mi amiga de la infancia– “es algo que nació para estar vivo. Un juguete es cualquier cosa, pero cualquier cosa de verdad. Cualquier cosa que sirve para acompañarnos a vivir. Que nos salva de la noche oscura. Que nos salva de lo real”. Vero resume nuestros intentos en una sola frase: un juguete es todo aquello que te permite el "como si".

Cuando digo que la casa se llena de imágenes, no es una metáfora. Puedo ver cada una de las historias que llegan.

Gabriela abrazando una muñeca de trapo. Ana, con 5 años, atravesando el pueblo en su bici rosa para ir a visitar a su mejor amiga. Martha, cuya casa está en el predio de la escuela en la que su papá es el director, cada año esperando que llegue el verano para tomar las aulas vacías como el escenario de un juego que la convierte en maestra.

Charito trepada a la morera que hay en el patio de la casa de sus abuelos, en barrio Güemes, en la ciudad de Córdoba. Y desde allí mirar los techos de las casas e ir imaginando historias. “Desde esa mora” –dice Charito– “conocí el mundo que yo llevaba dentro”.

Talita jugando a la payana con piedras o con tuercas. Caro juntando ramitas retorcidas, raíces y plumas, armando un museo de ciencias naturales, inventando historias y nombres para cada objeto.

Vero y los regalos que su papá trae de la ciudad. Nati y sus patines blancos. Guigui jugando a los indios en una pequeña carpa. Piru y un muñeco que se rompe en una caída. Josefina y su osito zapatero. Angélica pasando horas con los ojos clavados en la enciclopedia El tesoro de la juventud. Cristina y su muñeca Pierangeli, traída de Buenos Aires. Nora volviendo del colegio feliz de saber que ese día el diariero deja en su casa Billiken y Anteojito. Nora apurada por salir a la calle a canjear con los chicos del barrio un rato de historietas por un rato de bicicleta, el juguete que siempre quiso tener.

Susana haciendo pocitos en el piso de tierra para jugar a las bolitas, armando trapecios de circo en los árboles, construyendo casitas en un patio de Quitilipi, una arquitectura hecha de bolsas de algodón que esperan allí hasta ser llevadas a las desmotadoras.

María jugando con los árboles, las piedras, los perros, una burra y la muñeca que le ha mandado Evita.

Laura con sus casetes y su radiograbador, haciendo programas de radio con noticias, chistes, canciones y conversaciones. El misterio de esos sonidos grabados en una cinta. Toda esa magia en una frase: “Hacíamos de cuenta”.

Miro mi escritorio. Lapiceras, un frasco de tinta china, papeles de distinto tipo, cuadernos, resaltadores. Apoyada contra la biblioteca, la guitarra. Quizá esos son mis juguetes preferidos.

A Susi le gusta cocinar. Dice que ese espacio es un laboratorio perfecto donde hay alquimia, creatividad, olores, sensaciones e historias.

María, cada vez que puede, se calza el traje de buzo y se hunde en el mar. De allí trae piedras, uno de sus juguetes preferidos.

Angélica se sube a un bote o se sienta frente a la máquina de coser. Natalia se refugia en su su bastidor y sus hilos. Cristina juega al TEG. Charito prepara su lápiz y su lapicera listos para la invención. Ana usa esas mismas herramientas para hacer garabatos y crear “un mundito a la orilla de las hojas”.

Caro sigue juntando ramitas y piedras, las colecciona y les suma nidos y lanas o hilos de colores con los que arma pequeñas estructuras que se vuelven esculturas.

Talita ordena sus lápices en hileras después de haberles sacado punta, quizá preparándolos para un nuevo juego. Nora busca disfraces y se transforma en otra. Nane sostiene una marioneta de Pinocho para jugar con su nieta. Vero sigue apostando al “como si”, esta vez con palabras.

Flor se asoma a un pequeño retablo que le compró a un artesano tucumano hace 25 años. Ahí hay un hombrecito con un sombrero, contando un cuento, con un pajarito arriba y un enorme árbol compañero. Flor abre y cierra el retablo y me dice: “Lo abro y lo cierro, me traslado ahí adentro. Me veo a mí misma. Me olvido de mí”.

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