Mariana Martínez: jugadora de voleibol transgénero y activista colombiana - Otros Deportes - Deportes - ELTIEMPO.COM

2022-08-19 19:22:37 By : Mr. King Huang

Nuestra Política de Tratamiento de Datos Personales ha cambiado. Conócela haciendo clic aquí.

Hemos cambiado nuestra Política de privacidad y la Política de datos de navegación. Al 'Aceptar' consideramos que apruebas los cambios.

Acá encontrarás tus noticias de

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

Queremos que encuentres las noticias que más te interesan

Sigue tus temas favoritos en un lugar exclusivo para ti.

Recuerda que para ver tus temas en todos tus dispositivos, debes actualizar la App de El Tiempo.

No hemos podido cargar tus noticias

Intentalo de nuevo más tarde.

Un lugar exclusivo, donde podrás seguir tus temas favoritos . ¡elígelos!

Aquí también puedes encontrar "Mis Noticias" y seguir los temas que elegiste en la APP.

La manera más rapida para ponerte al día.

Una sección exclusiva donde podras seguir tus temas.

Cuando quieras, cambia los temas que elegiste.

Lo haré después

¡Tus temas favoritos han sido guardados!

La manera más rapida para ponerte al día.

Una sección exclusiva donde podrás seguir tus temas.

Cuando quieras, cambia los temas que elegiste.

Mariana Martínez, mujer transgénero, jugadora de voleibol y activista por los derechos humanos.

Cortesía Institución Universitaria Tecnológico de Antioquia y archivo particular

Cortesía Institución Universitaria Tecnológico de Antioquia y archivo particular

Encuentra la validación de El Cazamentiras al final de la noticia.

Regístrate o inicia sesión para seguir tus temas favoritos.

A sus 13 años Jonathan Martínez tenía lo más parecido a una doble vida. En Chigorodó, Antioquia, aquel adolescente delgado y de tez morena salía de su casa al colegio vestido con toda la etiqueta exigida por el manual de convivencia. Sin embargo, al llegar, una breve parada en el baño era suficiente para que su apariencia se alejara de las normas y se acercara al sentir de su identidad. (Le recomendamos: La tenista que superó la anorexia para estar entre las mejores del mundo).

Labial rojo, delineador de ojos, una buena dosis de polvos compactos y el pelo suelto. Así, Jonathan encaraba una jornada escolar en la que, a pesar de tener gran exposición por integrar el equipo de voleibol y el grupo de danza, no lograba sentirse del todo tranquilo. "Le voy a decir a tu papá que en el colegio te maquillas como una mujer", insistía amenazante una profesora. "Ahí va el afeminado", murmuraba algún compañero. Jonathan, increpante, apenas respondía: "Este soy yo". Caída la tarde, cuando las clases terminaban, Martínez volvía al baño. Agua impregnada en papel higiénico borraba los trazos de maquillaje. Una bocanada al cerrar la puerta anunciaba el regreso a casa. En el camino, la mano derecha de vez en cuando reparaba en el rostro. La izquierda ajustaba el peinado. Al entrar en el hogar, un saludo fraternal con su madre. Luego, de los dedos de la progenitora, una servilleta recorría su cara en busca de rastros de cosméticos. Si había algún reducto, la reprenda era inevitable. De no haberlo, un abrazo cerraba la escena. Para lamento de Jonathan, el extenuante ritual se prolongó durante tres años. En sus sueños, la engorrosa secuencia se detenía por el respaldo de su entorno. En la realidad, frenaron el hábito las serias amenazas de un grupo armado que acechaba el municipio y veía en su persona una figura política por acallar. Impulsado por sobrevivir, en 2011, tras terminar el colegio, dejó Chigorodó y se fue para Medellín. Cuatro años después, sus padres fueron a visitarlo. Entonces ya no era Jonathan. Era Mariana. (No deje de leer: La capitana de Afganistán que huyó de los talibanes y reza por Colombia).

Mariana Martínez, en noviembre de 2015, en su casa, en Medellín.

Al llegar a la capital del departamento, Jonathan denunció las amenazas que lo hicieron escapar de su casa y fue registrado oficialmente como víctima de desplazamiento forzado. Por ser todavía menor de edad, con 16 años, quedó en potestad del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). En cuestión de meses, fue a parar a varios hogares de paso e internados de los que, por sentirse distinto que sus compañeros, terminó huyendo. Al final, una fundación adscrita se presentó como el lugar propicio. Allí, con el acompañamiento integral de varios profesionales, les dio alas a las expresiones que el entorno reprimía en su adolescencia y empezó un proceso de transición de género. Tras un par de peldaños burocráticos, Jonathan comenzó el tratamiento hormonal de feminización a sus 20 años. En medio de cambios físicos y emocionales, surgió la intención de retomar el voleibol, la danza y el estudio que tanto lo motivaban. Pero antes debía reconciliarse con su pasado. Producto de un trabajo psicológico en conjunto, una tarde, sus padres llegaron hasta su puerta. Cargado de angustia, sentía que no iban a entender que quien estaba ante sus ojos ya no era él, sino ella. La situación era clara: Jonathan era el pasado, y Mariana, una mujer transgénero, era el presente. Al final, el miedo fue solo miedo. "Cuando me vieron, lo único que hicieron mis papás fue lanzarse a abrazarme. Me dijeron: 'te aceptamos y te queremos. No hay nada más que hacer. Si es lo que quieres y te hace feliz, te apoyamos'", recuerda. Desde aquella visita, la esencia de Mariana fluyó sin ataduras. Pasado un tiempo, con el apoyo de la Alcaldía de Medellín, en la que empezó a trabajar, logró cambiar tanto su nombre como su género en la cédula de ciudadanía. Y a pesar de ese simbolismo, el mayor paso ya lo había dado. "La familia es lo más importante en ese camino de la transición de género y el proceso de autorreconocimiento. Que tus papás te llamen hija lo es todo. Desde que la familia te acepte, ya el resto viene por añadidura", comenta. El resto, en su caso: mucho voleibol, baile y activismo por los derechos de la comunidad LGTBI. (Puede leer: Yastremska: la tenista ucraniana que escapó de la guerra y llegó a Bogotá).

Mariana, en un entrenamiento con el equipo de la Institución Universitaria Tecnológico de Antioquia.

Cortesía Institución Universitaria Tecnológico de Antioquia

Bajo un ambiente en el que desde muy joven se topó con diversas barreras, Martínez encontró en el voleibol un espacio de inspiración. A los 14 años, su nivel generó una oportunidad de integrar la Selección de Antioquia, pero el temor de alejarse de su familia lo impidió. Más adelante, en medio del trasiego en Medellín, la posibilidad de jugar se alejó. Sin embargo, con el camino recompuesto, Mariana hizo su presencia en los coliseos. Esta vez, distinto a su infancia, con equipos femeninos. El primer partido en Medellín lo disputó con el equipo de la Institución Universitaria Colegio Mayor de Antioquia, donde optó por estudiar un tecnólogo en Gestión Comunitaria. Para lanzarse a la cancha, Mariana recibió un acompañamiento psicológico enfocado a reducir el miedo a la exposición. "Yo juraba que toda la gente me iba a decir que qué hacía un hombre jugando con mujeres", pensaba. Pero, por fortuna, nada pasó: "A pesar del pánico que tenía, pude jugar sin problemas. Nadie me insultó. Nadie me trató mal". De hecho, en los cerca de cinco años que lleva practicando voleibol desde su transición de género, tan solo ha tenido una mala experiencia. Fue en la antesala de una final en el municipio de Frontino. Y todo, dice Mariana, por cuenta de su voz.

-¿Usted qué hace acá? —recuerda que le dijo el juez del partido apenas la escuchó hablar. -Pues vine a jugar la final —respondió. -¿A jugar? Muéstreme su cédula por favor. Mariana le pasó su documento, en el que ya aparecía una F en lugar de una M. Aun así, el árbitro no pensaba dejarla jugar. -Si te tengo que mostrar mi historia clínica, te la muestro... —insistía. En medio de la discusión, las jugadoras del otro equipo empezaron a reclamar por su presencia. Ellas, según Mariana, pensaban: "Nos van a ganar porque una mujer trans está jugando con ellos". Finalmente, Martínez pudo jugar. Pero para lamento propio su equipo perdió. "Por ser una mujer trans no quiere decir que sea invencible. Hay muchas mujeres más fuertes y mejores que yo. Mi pasado como hombre no es ninguna ventaja", concluye. (No deje de leer: Juan Pablo Montoya: 'Lo que pase conmigo no importa, Sebas es la prioridad').

Hoy en día, Mariana Martínez, de 26 años, estudia Trabajo Social en la Institución Universitaria Tecnológico de Antioquia. Allí mismo trabaja en el área de inclusión y diversidad. Con el equipo de voleibol de estudiantes, disputa los torneos de la Asociación Colombiana de Universidades (Ascun). Con otro club, el Mountain, participa de torneos intermunicipales en la región. Y detrás de todos sus juegos, una lucha por lo que define como su esencia: ser mujer trans, afro y desplazada. "Las mujeres trans sufrimos en todos los ámbitos. Son muy pocas las garantías que tenemos. Antiguamente éramos una población destinada a estar oculta. Hoy, que tenemos visibilidad, nos matan por el mero hecho de ser", apunta Mariana. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos estima que, mientras la esperanza de vida de la población general es de 72 años, la de las personas trans es de 35. En Colombia, para 2020, de acuerdo con la ONG especializada 'Colombia Diversa', las mujeres trans representaron, con 205 víctimas, el sector de la comunidad LGTBI más afectado por homicidios, amenazas y violencia policial por primera vez en sus quince años de informes. Bajo ese panorama, Martínez tiene un objetivo claro: "Abrir el camino para que otras mujeres trans puedan animarse a entrar al deporte". La idea, sostiene, es que ninguna tenga que pasar por lo que ella ha vivido.

Antiguamente las mujeres trans éramos una población destinada a estar oculta. Hoy, que tenemos visibilidad, nos matan por el mero hecho de ser”

Hace unas semanas, Mariana hizo parte de 'Hazte fan', una campaña de ONU Mujeres y Mindeporte, en la cual, siendo la única mujer trans, participó de espacios de disertación para promover la equidad en el deporte colombiano. En sus sueños, confiesa, está salir del país e integrar un equipo profesional de mujeres. Sobre el tenso debate que existe por la competición de mujeres trans en la rama femenina, Mariana sostiene que los niveles de testosterona deberían ser la medida para garantizar cierta igualdad. "Es muy fácil, los exámenes médicos deben ser el filtro. Si estás en el rango, compites. Si no, pues no. Sin embargo, yo sé que todavía hay muchos tabúes para que una trans llegue a nivel profesional", manifiesta. Interrogada por su proyección en un plazo de 15 años, Mariana dice que se ve siendo sí misma: "Quiero viajar, estudiar, ser profesora y transmitir mi experiencia de vida como mujer trans, afro, feminista, desplazada y activista". La posibilidad de forjar una familia no está todavía dentro de sus planes, pero sí quiere tener una pareja estable. Mientras llega el momento, asegura, tan solo le queda seguir haciendo dos cosas que, en su caso, parecen ser solo una: vivir y luchar.

ANDRÉS FELIPE BALAGUERA SARMIENTO DEPORTES EL TIEMPO En redes: @balagueraaa

Si ya eres suscriptor del impreso, actívate

Regístrate o inicia sesión para seguir tus temas favoritos.

*Este no es un correo electrónico válido.

*Debe aceptar los Términos, Condiciones y Políticas.

Ya puedes ver los últimos contenidos de EL TIEMPO en tu bandeja de entrada

Llegaste al límite de contenidos del mes

Disfruta al máximo el contenido de EL TIEMPO DIGITAL de forma ilimitada. ¡Suscríbete ya!

Si ya eres suscriptor del impreso

* COP $900 / mes durante los dos primeros meses

Sabemos que te gusta estar siempre informado.

Crea una cuenta y podrás disfrutar de:

Crea una cuenta y podrás disfrutar nuestro contenido desde cualquier dispositivo.

COPYRIGHT © 2022 EL TIEMPO Casa Editorial NIT. 860.001.022-7 . Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular. ELTIEMPO.com todas las noticias principales de Colombia y el Mundo